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dijous, 24 d’abril del 2008

Gelimer en Ad Decimum.

Estimados lectores:

Hoy les propongo retroceder al siglo VI. Situémonos en Cartago, en la capital del reino vándalo. En el año 523 muere el rey Trasamundo y siguiendo las disposiciones testamentarias de Genserico, es elevado al trono Hilderico, nieto de Genserico y del emperador romano de Occidente Valentiniano III.
El nuevo monarca tiene que afrontar grandes problemas tanto internos como externos. En política interior ve la necesidad de dar un giro radical a la política instaurada por el irrepetible Genserico y decide acabar con las persecuciones a los católicos. Se inicia una política de tolerancia religiosa y la iglesia católica sale de la clandestinidad tras las persecuciones sufridas en los reinados de Genserico y Hunerico, incluso muchos obispos exiliados en Italia como Fulgencio de Ruspe vuelven a África.
Otro grave problema interno era el que causaban los beréberes o moros en las regiones periféricas del reino. Ya a inicios del siglo VI, la temible confederación tribal de los Frexas, bajo su jefe Guenfan, había creado un principado en las zonas montañosas de la bizacena (actual Tunicia) y, desde allí, saqueaba las ricas llanuras cerealísticas interiores. Pero ese no era el único principado establecido por los mauros. Existían varios en las zonas próximas a las fronteras del reino o incluso en las zonas más periféricas del mismo y era necesario actuar.

En política exterior, el monarca no se fiaba de los ostrogodos de Teodorico I "el Amalo", que estaban ejerciendo una política de tutelaje sobre la mayoría de reinos germánicos surgidos en las antiguas provincias occidentales del imperio romano, como por ejemplo el de los visigodos. Su predecesor en el trono, Trasamundo, se había casado con una hermana de Teodorico, Amalafrida, y se había consolidado la alianza entre ambos reinos. Pero, a pesar de todo, las relaciones no eran limpias, estaban basadas en una desconfianza mutua.

En esta situación, Hilderico decide dar una nueva orientación a su política exterior. Rompe a partir del 526 con los ostrogodos, ordenando la ejecución de Amalafrida y de su guarda de Corps, e inicia una tímida política de aproximación al imperio romano, es decir a Bizancio. Pero estos cambios en su política tanto interior como exterior no gustan a la parte más purista de la nobleza vándala, partidaria de un continuismo político. En Cartago se planean intrigas, y un biznieto de Genserico, Gelimer, que tiene el apoyo de buena parte de esa facción de la nobleza, espera su oportunidad.

En el año 529, al monarca Hilderico le llega la notícia de que los beréberes frexas, dirigidos por el belicoso jefe Antalas, sucesor de su padre Guenfan, están saqueando la bizacena e sus razzias amenazan a las ciudades costeras. Los saqueos y las atrocidades cometidas por los moros provocan un fuerte shock en la opinión pública y dejan huella en las obras de cronistas como Juan Malalas o el poeta Flavio Cresconio Corippo. Crece el descontento de la gente. Es necesario actuar y Hilderico ordena a su primo Hoamer que dirija una expedición de castigo contra los beréberes. Pero, horror, el intrepido Antalas logra emboscar al ejército vándalo en las escarpadas montañas de la Bizacena y la expedición acaba en un terrible fracaso y en una debacle considerable de la armada vándala.
Nada más llegar el derrotado ejército a Cartago, en Mayo del 530, la facción de la nobleza contraria a Hilderico ve su oportunidad, depone al rey en un golpe palaciego y Gelimer se hace con el poder. Sus medidas más inmediatas son acabar con los opositores y encerrar bajo arresto domiciliario a Hilderico y a sus primos Evagres y Hoamer.
Justiniano protesta en dos ocasiones y pide la restitución del trono para su aliado, Gelimer se muestra desafiante y ordena la ejecución de Evagres y que le saquen los ojos a Hoamer. El aquiles de los vándalos tras ese castigo se convierte en el Homero germano debido a su ceguera. El casus belli está servido: Justianiano acusa de tiránico al gobierno de Gelimer y, tras firmar la "Paz Eterna" en Septiembre del 532 con los persas, se declara vengador de Hilderico y de la legalidad vándala, y le declara la guerra a Gelimer.
Los preparativos de la expedición duran unos nueve meses, hasta el mes de Junio del año 533, momento en el cual la armada bizantina, bajo la dirección del general Belisario, zarpa desde Constantinopla rumbo a África. La travesía, no sin incidentes, dura casi tres meses y en Septiembre las fuerzas bizantinas desembarcan en Caput Vada (hoy Ras Kabudia en Tunicia)-
Gelimer no se ha quedado quieto durante este intervalo. Ha mandado a su flota a sufocar una rebelión en Cerdeña y ha enviado una embajada al rey visigodo Teudis para firmar una alianza militar anti-bizantina. Cuando se entera del desembarco de las tropas imperiales, se encuentra en la bizacena combatiendo a los beréberes y decide emboscar a las tropas enemigas en el desfiladero de Ad Decimum, en las próximidades de Cartago.

Belisario, por su parte, tras desembarcar y apoderarse de la ciudad de Silectum, decide empezar el avance de sus tropas hacía Cartago, sin sospechar los planes del monarca vándalo. Al llegar a Gerase, gracias a un enfrentamiento entre los exploradores de ambos ejércitos, se da cuenta de que es seguido de cerca por las tropas de Gelimer y decide extremar la precaución. Manda una avanzadilla de tropas al mando de Juan el armenio para que exploren el territorio e informen de posibles novedades.

Mientras Gelimer da orden a su hermano Amatas de que ejecute a Hilderico, a Hoamer y a los seguidores que todavía les quedan en Cartago. Y que salga con sus hombres en dirección a Ad Decimum para realizar una pinza a las tropas bizantinas y así emboscarlas. Su otro hermano, Gibamundo, también participa en el plan y así se logrará emboscar a Belisario y sus tropas por todos los lados. Si el plan sale bien, la victoria es segura.

Pero desafortunadamente la coordinación entre Gibamundo, Amatas y Gelimer falló. Amatas salió precipitadamente de Cartago, llegó a las proximidades de Ad Decimum demasiado pronto y fue derrotado y muerto en una escaramuza con la avanzadilla de soldados bizantinos dirigidos por Juan el Armenio. Sus hombres, al ver a Amatas muerto, huyeron en desvandada hacía cartago y los sodados de Juan se lanzaron en su persecución hasta las mismas puertas de Cartago, dando muerte a muchos de ellos.
Gibamundo, por su parte, mientras se dirigía al desfiladero de Ad Decimum, de manera fortuita, se encontró con las tropas federadas hunas del imperio y también fue derrotado y muerto.

Mientras tanto, Belisario seguía su avance hacía Cartago, perseguido a poca distancia por Gelimer. El astuto general bizantino no tenía notícias ni de Juan el Armenio ni de sus federados hunos y envió una pequeña avanzadilla para contactar con esos soldados y tener así notícias.
La avanzadilla llegó a las proximidades de Ad Decimum y descubrió los cadáveres de la batalla entre las tropas de Juan y las de Amatas y no los soldados no supieron como interpretar ese hallazgo terrible. Decidieron instalar allí su campamento y al poco apareció la caballería vándala, dirigida por el monarca Gelimer, que había decidido avanzarse para situar su cuartel general en una situación privilegiada. Ambos ejércitos mantuvieron una pequeña batalla por el control de una colina estratégica y los vándalos vencieron, con la cual cosa partían con ventaja.

Al día siguiente, el 14 de Septiembre del 533, iba a tener lugar la batalla. Gelimer, mejor situado desde l punto de vista estratégico, tenía ventaja y podía lograr fácilmente la victoria si lanzaba a sus huestes contra el ejército de Belisario o si atacaba a las tropas de Juan, que estaban situadas más al norte, en el camino de Cartago. Pero llegados a este punto, por la mañana, Gelimer bajó de la colina donde había instalado su campamento, llegó a las cercanías de Ad Decimum y allí descubrió el cadáver de su hermano Amatas. El mundo se le vino encima, sufrió un ataque de nervios y la tristeza más profunda se apoderó de su persona. Empezó a llorar desconsoladamente y olvidó cualquier tipo de disposición de sus tropas para la batalla. Pasó unas horas hundido moralmente y dando sepultura al cadáver de su hermano. Belisario aprovechó la ocasión para hacerse con la victoria. Lanzó a sus tropas contra el desorientado ejército vándalo, que había abandonado todo el orden y la disciplina, y se hizo con la victoria. Gelimer, a pesar de tener un ejército más numeroso, fue derrotado y huyó hacía la periférica región de Bulla, con el fin de reorganizar allí a sus tropas tras la debacle. El camino hacía Cartago quedaba abierto y Belisario hizo su entrada en la capital del reino vándalo dos días más tarde.

En efecto, ese experimentado monarca, que no le había temblado el pulso a la hora e ejecutar a sus rivales, perdió los nervios al ver el cadáver de su hermano y eso le costó la perdida de la batalla y de la capital de su reino. Incluso los hombres más duros y calculadores, en ocasiones pierden los nervios ante desgracias inesperadas, Gelimer puede servirnos de ejemplo.



En català: avui parlo de Gelimer, el darrer rei vandal, i de la seva derrota a la batalla d´Ad Decimum, el 14 de Septembre del 533. La descoordinació entre les seves tropes i la descoberta del cadàver del seu germà Amatas al arribar al lloc del combat van ser claus per a poder entrendre la derrota vandala i el camí cap a Cartago va quedar obert per a les tropes de Belisario. El general de Justinià va entrar a la capital dos dies més tard mentres Gelimer fugia cap a la regió de Bulla per a reorganitzar les seves tropes.

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